Rosalía, 2023
Textos:
Laura Estirado y Judith Navarro
Diseño y animaciones:
Andrea Hermida-Carro
Fotografías:
Álvaro Monge y Xavier González
Dos años y medio después del show en el Palau Sant Jordi, Rosalía regresó el verano de 2022 a Barcelona, con su Motomami World Tour, que le ha supuesto dos nominaciones a los Grammy, para delirio de millones de fans locos por su música y su imagen fresca y arrolladora.
"Soy igual de cantaora con un chándal de Versace que vestiíta de bailaora". En Bulerías (Motomami), la jefaza tra-tra del polígono y la reina bling bling de las alfombras rojas más relumbrantes del mundo deja claro que a estilo propio y rompedor no le gana nadie.
La artista, que mezcla ritmos urbanos, latinos y flamencos, también defiende en cada una de sus apariciones públicas y en las redes una imagen moderna, global, a veces sofisticada y a veces arriesgada y extravagante. Muy del gusto experimental, referencial y aglutinador de las generaciones más jóvenes, millennials y centennials.
¿Pero cuáles son esas tendencias que marca Rosalía? ¿Por qué gusta a un público tan hetereogéneo?
Cinco expertos en tendencias, moda y música responden a estas cuestiones y nos dan las claves del estilo de la superestrella e icono planetario.
Y cinco fans explican qué es lo que más les atrae de su diva favorita y qué modelos eligen para ir a sus conciertos.
A sus 29 años (el 25 de septiembre alcanzará los 30), el ciclón llamado Rosalía Vila Tobella no lo es solo por ser un icono musical internacional, sino porque también se ha convertido en un referente de moda, con un estilo apabullante. Como un catalizador, ella absorbe las últimas tendencias y las devuelve creando una imagen nueva y fresca, pero con claras señas de identidad reconocibles en cada post de Instagram, en cada nuevo vídeo subido a TikTok.
Una cuidada mezcla de prendas athleisure (ropa deportiva más allá de la cancha), de streetwear (estética urbana que bebe de la influencia del hip-hop, el rap y el trap), firmas internacionales de primera fila, diseñadores españoles de vanguardia, nail art extremo, accesorios icónicos, zapatillas de edición limitada, tattoos, dientes joya, flecos y volantes goyescos (aunque han ido decayendo en favor de una estética más ceñida y con accesorios Y2K, de principios de los dos mil) y esa alegoría de una bata de cola que es su pelo recogido en una o dos coletas apretadas que mueve como nadie en el escenario.
La diva de Sant Esteve Sesrovires sabe que la imagen lo es todo y que debe abarcar cuantos más referentes mejor, y que todos conecten con su público.
"Rosalía es hoy un éxito mundial, inevitablemente su figura (su imagen y su personaje) se convierte en un referente por sí mismo. Dicho esto, Rosalía [entre otras artistas como Nathy Peluso o Bad Gyal, por ejemplo] han puesto de nuevo de moda lo que se conoce como el estilo ratchet, donde los excesos, el oro, la manicura extravagante, las deportivas… son la seña de identidad que proyectan un mensaje estético y una forma de actuar. Pero en el caso de Rosalía, hay una diferencia fundamental, y es la constante fusión de elementos folclóricos del flamenco", opina Meritxell Balmes, psicóloga especializada en moda e impulsora del Off Modo Fashion Festival.
Desde su primer disco
A su juicio, desde su primer disco, Los Ángeles (2017), y después, con El Mal Querer (2018), "ha evolucionado estilísticamente pero manteniéndose fiel a sus ideales. En su último álbum, Motomami (2022) encontramos la fusión definitiva entre estética reggeatonera/poligonera y la otaku nipona (manga/anime), sin olvidarnos de la camiseta blanca cut-out del archivo de Jean Paul Gaultier colección primavera-verano 2010. Por que sí, ciertamente, en sus looks más actuales, Rosalía apuesta por incluir más prendas de diseñadores y marcas de lujo, que en sus inicios", destaca Balmes.
Y los fans de Rosalía que iban a ir a su actuación en Barcelona la definían así y explicaban cómo irían vestidos al concierto...
Abril Oñate
"Me gusta Rosalía porque se sale de los cánones de belleza establecidos. Ella no aspira a lo normal, ni en sus letras ni en su moda. Hace lo que quiere, como quiere y donde quiere. Es capaz de llevar lo que le apetezca aunque la tachen de hortera o de sobrecargada, y la confianza que desprende anima a los demás a que sean ellos mismos, a que se expresen tal y como son. Vive sin miedo y demuestra mucho poderío. Detrás de todo esto veo un mensaje de liberación y de comodidad con tu propio estilo".
"Para crear el conjunto que llevaré al concierto, me he basado en el rojo y el negro, que son los colores insignia del disco y Rosalía los combina muy a menudo. He elegido un pantalón ancho como los que ha llevado en varias de sus actuaciones, y he querido sumarle una cazadora de cuero, que es un material muy presente en la estética Motomami. El pelo lo llevo recogido en un moño, que también es un peinado que he descubierto gracias a ella, y me parece sencillo pero bonito, muy cómodo".
Giovanni
"Ella empezó siendo Rosalía, la reina de España, una referente nacional apasionada del flamenco, con un estilo folklore, con mucho volante, muy sobrecargado, muy elegante… Ahora ha sacado este nuevo álbum totalmente diferente, muy moto, muy rebelde, muy hago lo que me da la gana, muy callejero. Es una chica de 29 años que hace lo que le apetece, y que no tiene miedo a evolucionar porque está en edad de cambiar y de seguir descubriéndose. Puede lucir muchísimos estilos distintos y seguirá siendo ella porque tiene una esencia muy suya".
"Quería que mi conjunto para el concierto pareciera salido del videoclip de Chicken Teriyaki, con ese grupo de bailarines que hacen coreografía sobre tacones. He añadido estos zapatos para huir un poco de mi zona de confort, porque es un calzado con el que hace unos años no habría salido nunca a la calle, los habría llevado en mi casa, pero ahora tengo más ánimo para atreverme a hacerlo. Además, lo acompaño con unas gafas de estilo motero con el cristal ancho de espejo, un chaleco con el forro en rojo y un top que me he hecho yo mismo uniendo dos pañuelos con un nudo".
A sus 29 años (el 25 de septiembre alcanzará los 30), el ciclón llamado Rosalía Vila Tobella no lo es solo por ser un icono musical internacional, sino porque también se ha convertido en un referente de moda, con un estilo apabullante. Como un catalizador, ella absorbe las últimas tendencias y las devuelve creando una imagen nueva y fresca, pero con claras señas de identidad reconocibles en cada post de Instagram, en cada nuevo vídeo subido a TikTok.
El valiente trayecto de Rosalía hasta alcanzar el cielo del pop
UNA TARDE DE SEPTIEMBRE, HORAS DESPUÉS DE UN REPENTINO TEMPORAL, Rosalía fija los ojos en las plácidas aguas de la playa de Bahía de Puerto Rico. Se queda inmóvil unos segundos, pero no para de pensar en el caos absoluto que se vivió la noche anterior.
“Dios mío, fue una locura”, dice con un deje de alegre incredulidad, mezclando inglés y español, como en todas nuestras conversaciones.
También hubo otro temporal al que costaría llamar “concierto”. Durante casi dos horas seguidas, Rosalía cantó y tocó en el histórico Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot, donde colgaron el cartel de entradas agotadas. Aparte de las oleadas de fans que no paraban de gritar, el espectáculo que planteó Rosalía se parecía más a una performance que al típico concierto de estadio; una marea que ha arrasado ciudades y redes sociales con la misma fuerza en los últimos meses. No hay teloneros ni cambios de vestuario. Rosalía está en el centro, con el rostro a menudo empapado en sudor y lágrimas, haciéndolo todo a la vez —rasgando una guitarra negro azabache, mascando chicle, aporreando un piano de cola, interpretando a corazón abierto—. Como la gira mundial de Motomami ha viajado por todo el mundo, esa ha sido su vida durante el último año.
Su concierto de Puerto Rico fue una fiesta total. Dieron igual los asientos asignados y que los guardias de seguridad vigilaran los accesos e intentaran —en vano— evitar que la gente llenara los pasillos. Cuando Rosalía le gritó a la multitud: “¡El amor de mi vida está aquí!”, refiriéndose a su novio, la estrella puertorriqueña Rauw Alejandro, el estadio casi se vino abajo. Al terminar el espectáculo, aún tuvo energías para pasarse por una fiesta posconcierto en una discoteca de San Juan con su pareja. Una maraña de cámaras de iPhone los retrató bailando hasta altas horas de la noche diferentes temazos, entre ellos, su “Despechá”.
Incluso después de una noche tan agitada, a la mañana siguiente, cuando llego a su mansión privada con vistas al mar en St. Regis, donde también se alojan algunas de sus amistades, Rosalía está despierta y alerta, lleva un minivestido azul marino con cuello Peter Pan. Hay un millón de cosas que quiero preguntarle, aunque es ella la que me acribilla de inmediato con preguntas antes de que yo pueda abrir la boca.
“Venga, va”, me dice con entusiasmo y con un brillo en los ojos que señala su curiosidad genuina. “Cuéntamelo todo. ¿Qué te pareció lo de anoche? Era la primera vez que veías uno de mis conciertos, ¿no? ¿Qué te pareció? Me interesa mucho”.
Enseguida le contesto y le digo que solo la había visto actuar en el festival Austin City Limits en 2019. Por aquel entonces, Rosalía seguía la estela del éxito revolucionario que había conseguido con El mal querer, el complejo álbum conceptual que lanzó en 2018. De la noche a la mañana, una prometedora recién graduada de la Escola Superior de Música de Catalunya que había dedicado gran parte de su vida al riguroso arte del flamenco se transformó en una artista de la fusión vanguardista que pulverizaba límites, conocida por su acervo enciclopédico de referencias culturales que intercalaban a Justin Timberlake, profundizaban en el cante jondo y bebían de una novela occitana sobre una relación tóxica, todo en el mismo proyecto (el texto medieval, llamado Flamenca, inspiró todo el disco, que fue su trabajo de final de grado).
Textos:
Laura Estirado y Judith Navarro
Diseño y animaciones:
Andrea Hermida-Carro
Fotografías:
Álvaro Monge y Xavier González
Coordinación:
Rafa Julve
Agradecimientos:
Club de fans Rosaliavtspain, en especial a Abril Oñate, Giovanni, Ivet Codonyés, Martí Oñate y Bruno Mínguez